Durante años, se ha hablado sobre el supuesto margen de libertad con el que la Infanta Sofía de Borbón podría elegir su futuro académico y profesional. Al no ser la heredera, muchos pensaban que su destino estaría libre de condicionantes institucionales, permitiéndole desarrollar una vida más similar a la de cualquier joven europea de su edad. Sin embargo, la decisión final en cuanto a sus estudios superiores ha desmentido en parte esa ilusión de libertad. La Infanta Sofía no ha elegido su camino completamente sola, sino que este ha estado cuidadosamente guiado y diseñado por la Casa Real, con un objetivo claro: que se convierta en un pilar de apoyo sólido, discreto y leal a su hermana mayor, la Princesa Leonor, heredera al trono de España.
Formación internacional con propósito estratégico
La Infanta Sofía estudiará Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales en el Forward College, una institución académica moderna y muy exigente que combina educación británica (expandida a través de la Universidad de Londres y la prestigiosa London School of Economics) con experiencia práctica en distintas ciudades europeas: Lisboa, París y Berlín.
Esta elección no es casual. Aunque es comprensible que una joven de su edad se sienta atraída por una carrera relacionada con la diplomacia, las relaciones internacionales o la política global, nadie dentro de la esfera institucional duda de que esta elección responde más a los objetivos de la institución monárquica que a un deseo puramente personal.
En efecto, este tipo de formación permite a la Infanta adquirir habilidades de liderazgo, preparación diplomática, conocimientos institucionales y competencias interculturales que son indispensables para alguien con un papel de representación pública, aunque no sea necesariamente el primero en la línea de sucesión.
La hermana de la heredera: una posición única
La posición que ocupa la Infanta Sofía dentro del organigrama institucional de la Corona española es única y conlleva una complejidad que muchas veces se pasa por alto. Como segunda en la línea de sucesión al trono, su rol no puede ser meramente decorativo o informal. La historia de las monarquías europeas demuestra que el “segundo” debe estar siempre preparado para ejercer responsabilidades si las circunstancias lo requieren, pero también, y principalmente, debe estar disponible para crear una estructura de apoyo alrededor del heredero o futura reina.
En el caso de Sofía, la decisión de sus padres, los Reyes Felipe VI y Letizia, ha sido clara desde los primeros años: educarla no solo como una persona bien formada y consciente de su papel institucional, sino como un verdadero respaldo para Leonor. Un miembro de la Familia Real preparado para actuar tanto en el escenario nacional como en el internacional, capaz de acompañar a su hermana en actos oficiales, de representarla en ocasiones, y de dar imagen de unidad, continuidad y cohesión a la institución.
No tan libre como parecía
Desde el bachillerato internacional que cursó en el prestigioso UWC Atlantic College en Gales —el mismo centro elegido previamente por la Princesa Leonor— se perfilaba ya un itinerario educativo marcado por los protocolos de la Casa Real. Aunque desde fuera pudiera parecer una oportunidad académica de prestigio elegida con libertad, las similitudes con la trayectoria de su hermana ponen de manifiesto una clara sincronía con los planes de Zarzuela.
Además, se especuló durante años con la posibilidad de que Sofía —amante del deporte, de la música y con una actitud más relajada en lo público— pudiera optar por un camino diferente al de la formación institucional clásica. Se llegó a apuntar incluso que podría estudiar algo relacionado con las artes escénicas, diseño o deporte. Pero su ingreso en Forward College terminó confirmando que su recorrido estaría más cerca del protocolo que de la vocación individual.
Un equipo de dos, pensado para la estabilidad
Al igual que otras coronas europeas han hecho con los hermanos menores de los herederos (como en el caso del príncipe Daniel o de la princesa Madeleine en Suecia, o del príncipe Eduardo en el Reino Unido), la Casa Real española ha querido diseñar un equipo monárquico eficaz, cohesionado y preparado para resistir las presiones internas y externas. En este sentido, la figura de la Infanta Sofía no puede ni debe quedar relegada. Su rol será fundamental para proyectar una imagen de estabilidad, madurez institucional y modernidad de cara a la ciudadanía.
Leonor y Sofía han demostrado hasta ahora una complicidad pública admirable, bien cultivada por sus padres. El objetivo es claro: ofrecer al país no solo a una futura reina preparada, sino a una estructura familiar cohesionada, donde cada miembro cumple su función con responsabilidad. La sociedad demanda cercanía, autenticidad y eficiencia de las instituciones, y los Reyes han comprendido que ese apoyo fraterno puede ser un valor diferencial frente a otros modelos de jefatura del Estado más unipersonales o distantes.
Aunque muchos lo imaginaran de otro modo, lo cierto es que la educación universitaria de la Infanta Sofía ha sido menos una cuestión de elección personal que una decisión institucional cuidadosamente orquestada. El destino de Sofía no es el de una princesa secundaria sin obligaciones, sino el de una figura clave para el futuro equilibrio y la continuidad de la monarquía parlamentaria española.
Su formación, presencia y actitud serán determinantes para el éxito del reinado de su hermana. Porque, lejos de adoptar un rol decorativo o simbólico, la Infanta Sofía parece estar llamada a encarnar la segunda columna sobre la que se asiente la Corona, en un tiempo en que cada gesto y cada decisión cuentan en la construcción de la legitimidad.

