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Diplomacia de Estado del Rey frente a política partidista y radical del gobierno.


En un momento internacional marcado por la tensión en Oriente Medio, la diplomacia española se encuentra en una encrucijada. Mientras que Su Majestad el Rey ha marcado el tono institucional con un discurso firme pero equilibrado, que defiende los principios del derecho internacional y la seguridad de España, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha optado por una línea de confrontación, crítica y menosprecio hacia el Estado de Israel, con consecuencias diplomáticas y de seguridad nada desdeñables.

El discurso del Rey: equilibrio y diplomacia
El Rey ha defendido con claridad que Israel es un Estado con derecho a existir y a ser reconocido universalmente, añadida a la capacidad legítima de defenderse frente a ataques terroristas. A pesar de ello, en un ejercicio de equilibrio diplomático, no ha dejado de señalar la gravedad de la situación humanitaria en Gaza y la necesidad de una solución política que ponga fin al sufrimiento de la población civil.

Su intervención parte del reconocimiento de los hechos: quien ataca a Israel son organizaciones terroristas como Hamás, cuyo accionar jamás debe confundirse con la legítima defensa de la causa palestina. El soberano ha reclamado, además, la única salida viable y reconocida internacionalmente: la solución de los dos Estados, uno israelí y otro palestino, conviviendo en paz y seguridad.

El discurso de Sánchez: confrontación y sesgo ideológico
Muy distinto ha sido el tono del presidente Pedro Sánchez, quien ha basado su política exterior hacia este conflicto en un lenguaje hostil contra Israel, obviando en varias ocasiones la mención a Hamás como organización terrorista responsable de ataques brutales contra la población israelí. Esta omisión no es un detalle menor: supone un desequilibrio peligroso que coloca a España del lado de discursos radicalizados y que se alejan de la realidad de los hechos.

Más que reforzar los intereses nacionales, este sesgo ideológico ha terminado comprometiendo la imagen internacional de España y debilitando la credibilidad de nuestro país en foros globales, generando fricciones diplomáticas con un socio fundamental en materia de seguridad y cooperación tecnológica como Israel.

Las acciones peligrosas del gobierno, incluso alentando la violencia en las calles, ha provocado una imagen deleznable para el prestigio de España, poniendo en riesgo incluso a la propia ciudadanía de nuestro país y a las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, como pudimos ver en el boicot que las fuerzas de extrema izquierdas, alentadas por el propio Pedro Sánchez, llevaron a cabo en Madrid. Una irresponsable y peligrosa actuación. 

El contraste entre la visión mediadora y diplomática del Rey y la estrategia agresiva de Sánchez no es solo una cuestión de estilo. Tiene implicaciones directas para la seguridad nacional. En un contexto internacional donde la amenaza terrorista sigue latente, la desvinculación del Gobierno español de un discurso claro contra el terrorismo de Hamás es un mensaje preocupante, que podría ser interpretado como debilidad o connivencia en escenarios internacionales y por grupos radicales.

Asimismo, acusar de forma sistemática a Israel sin reconocer su derecho a defenderse oscurece el horizonte de una solución de paz y desprestigia el papel que España podría jugar como mediador imparcial.

La vía responsable: diplomacia y veracidad
La posición expresada por el Rey constituye la verdadera línea de Estado: reconocimiento universal del derecho de Israel a existir y defenderse, condena inequívoca al terrorismo de Hamás y la apuesta por una solución de dos Estados que garantice la convivencia y la paz duradera en la región.

Frente a la agresividad de Sánchez, la Corona ha puesto de manifiesto la necesidad de actuar con prudencia, veracidad y realismo, sin discursos que busquen la confrontación inmediata, sino la estabilidad y el respeto al derecho internacional.
Al final, la historia y la diplomacia española muestran una verdad incuestionable: los progresos en paz y seguridad se alcanzan por la vía de la diplomacia, no con la retórica incendiaria y el oportunismo ideológico.

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