En la isla de La Toja, Pontevedra, se celebró la séptima edición del Foro La Toja – Vínculo Atlántico, un escenario consolidado como punto de encuentro para el diálogo político, económico y social de máxima relevancia. Este año, la inauguración la presidió Su Majestad el Rey Felipe VI, que, nuevamente, eligió este espacio para compartir una visión profunda y comprometida sobre los desafíos del mundo actual. El monarca pronunció un discurso que fue recibido con atención y respeto, y que resonó más allá de las paredes del recinto, dado el momento de incertidumbre internacional y los retos que enfrenta la sociedad global.
El acto arrancó con unas palabras del Rey en gallego, agradeciendo la invitación y recordando su relación personal con el Foro desde su primera edición en 2019. Felipe VI resaltó el espíritu original de este encuentro “como lugar privilegiado para la reflexión serena y constructiva, frente al ruido de fondo que a menudo predomina en la conversación pública”. En su introducción, realizó un sentido homenaje a Josep Piqué, fundador del Foro y figura esencial para su consolidación, destacando su entusiasmo, compromiso y legado.
A continuación, Felipe VI introdujo la temática central de esta edición: el análisis de los desafíos del “nuevo orden mundial”. Citando a Antonio Gramsci, el Rey advirtió que “cuando el viejo mundo se muere y el nuevo tarda en aparecer, en ese claroscuro, surgen los monstruos”. Con esta metáfora, subrayó cuánto de la realidad contemporánea está marcado por la incertidumbre, el conflicto y el enfrentamiento de modelos y valores, y cómo esos “claroscuros” pueden convertirse en terreno fértil para la aparición de extremismos, desinformación y riesgos para la democracia.
El mensaje principal del discurso fue una defensa clara y nítida de los valores que inspiran el multilateralismo. Según el monarca, “algunos podrían pensar que defender los valores que inspiraron el multilateralismo es una debilidad en tiempos inciertos. En realidad, son nuestra mayor fortaleza. Ni la radicalidad ni la división aportan soluciones, como tampoco lo hace un liderazgo que se queda en la retórica. La verdadera fuerza, la duradera y profunda, la que necesitamos para afrontar los enormes retos de nuestro tiempo, se fundamenta en principios éticos: en mantenerlos como guía en medio de la incertidumbre y en nuestra capacidad de traducirlos en respuestas políticas eficaces a lo que los ciudadanos reclaman”.
El Rey advirtió especialmente de los discursos que tienden a relativizar los valores universales, así como sobre el riesgo de una creciente desafección ante las instituciones democráticas y el consenso internacional. Recordó que la reacción adecuada no puede ser la resignación ni la aceptación del caos, la fragmentación, el enfrentamiento o el odio, sino la reafirmación de esos valores éticos como fundamento indispensable para un mejor futuro colectivo.
Felipe VI subrayó el papel fundamental de la Unión Europea en la defensa y proyección de estos valores. Afirmó: “la UE tiene la responsabilidad de hacerse escuchar, de proyectar una voz firme en defensa de esos valores y asumir un papel protagonista en la configuración del nuevo orden internacional”. Consideró, además, que Europa debe posicionarse sólidamente en la arquitectura internacional, no únicamente como espacio de prosperidad, sino como agente activo en la configuración de la paz, el pluralismo y la defensa de los derechos humanos.
La intervención de Felipe VI tuvo también una dimensión conmemorativa, al recordar los 40 años desde la integración de España en la entonces Comunidad Económica Europea: “La transformación de nuestro país desde entonces ha sido muy profunda. Las generaciones más jóvenes, que ya nacieron en una España distinta, quizá no perciban la magnitud de aquel cambio. Pero deben saber que no fue fruto de la casualidad, sino del esfuerzo compartido y del apoyo solidario de las instituciones europeas a una democracia joven”.
Aprovechando que este año se otorgó el galardón del Foro a los “padres de la Constitución”—Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón y Miquel Roca i Junyent—el Rey puso en valor la Transición y el pacto constitucional como ejemplos inspiradores de consenso, generosidad y visión de futuro. Resaltó el carácter integrador del texto constitucional, que “acogió a todos y no excluyó a nadie”. Para el Rey, la democracia no es una meta cerrada, sino un proceso vivo, basado en el respeto, la voluntad de acuerdo y la construcción desde la diversidad.
En el discurso hubo referencias a la situación internacional más convulsa: las guerras en Ucrania y Gaza, los conflictos en el Sahel y Sudán, y la necesidad de mantener una ONU operativa y creíble, capaz de ejercer liderazgo y cohesión frente a la fragmentación global. El Rey subrayó que estos escenarios, donde la violencia y la incertidumbre dominan, ponen a prueba el compromiso democrático y ético de las naciones.
Finalizó su intervención reiterando el valor de los foros como espacios para el pensamiento abierto y la cooperación, invitando a los presentes a no renunciar nunca al ideal de una sociedad basada en el pluralismo, la libertad y el respeto mutuo. Llamó a “no retroceder ante la desafección, la pérdida de cohesión o los ataques externos”, sino, al contrario, a “reafirmar los valores éticos como la base sobre la que construir un mejor futuro, con la Unión Europea asumiendo su papel histórico de liderazgo ético y político”. Así, el Foro La Toja 2025 quedó inaugurado con un mensaje claro: mantener la esperanza activa por la paz y la cooperación internacional exige decisión y valentía, así como una profunda lealtad a los principios que han forjado la mejor versión de Europa.

