El Rey Felipe VI presidió este miércoles en Madrid la entrega de despachos a los 76 nuevos fiscales de la 63ª promoción de la Carrera Fiscal, en un acto cargado de simbolismo celebrado en el Ilustre Colegio Oficial de Médicos de Madrid. Su Majestad impuso la Cruz Distinguida de Segunda Clase de San Raimundo de Peñafort a Lydia Ojeda Hernández, número uno de la promoción, y entregó personalmente los despachos al resto de integrantes, un grupo mayoritariamente femenino con un 75% de mujeres y una media de edad de 29 años. Este evento marca el debut público de la nueva fiscal general del Estado, Teresa Peramato, en un momento de máxima tensión tras la condena por inhabilitación de dos años a su predecesor, Álvaro García Ortiz.

En su intervención, Felipe VI lanzó un mensaje contundente a los nuevos fiscales, centrado en la “ética profesional” y el “compromiso inquebrantable con el Estado de Derecho”. Recordó que “de la ley solo cabe incertidumbre, desprotección y arbitrariedad” si no se defiende con rigor, animándolos a guiar su labor por “principios constitucionales” que demandan “gran sensibilidad, prudencia y un hondo servicio público”. Estas palabras resonaron en un auditorio donde el Gobierno, representado por altos cargos, sintió el pinchazo de una crítica velada a las injerencias políticas en la Fiscalía.

El monarca enfatizó que el ejercicio fiscal debe ser “independiente y autónomo”, un término que ha encendido alarmas en Moncloa, especialmente tras meses de polémicas sobre la supuesta politización del Ministerio Fiscal. “Vuestro trabajo tendrá un impacto real en la sociedad, pero solo si actuáis con la independencia que la Constitución exige”, proclamó Su Majestad, recordando que la “exigencia ética es lo que da sentido a vuestro rol”. Fuentes cercanas al Ejecutivo interpretan esta alusión como un reproche directo al fiscal general saliente y, por extensión, al Gobierno que lo mantuvo en el cargo pese a las sombras de irregularidades.

La frase más incómoda para el Gobierno llegó cuando Felipe VI urgió a los fiscales a “afrontar retos complejos con decisiones importantes, al margen de presiones externas”. Este pasaje, pronunciado con tono firme, se lee como una defensa explícita de la autonomía fiscal frente al Ejecutivo, en un contexto donde asociaciones de fiscales han denunciado reformas que ligan aún más al Ministerio Público al poder político. Peramato, en su réplica, optó por una “mirada de renovación” institucional, pero evitó confrontar directamente el mensaje real, limitándose a elogiar el “compromiso ético” invocado por el Rey.

El discurso, de apenas diez minutos, acumuló aplausos entre los nuevos fiscales y el público, pero generó murmullos en las filas gubernamentales. Analistas jurídicos destacan que Su Majestad no solo reivindicó la “ética profesional” en alusión a la condena de García Ortiz, sino que elevó el tono al pedir “independencia absoluta” para evitar “arbitrariedades”. Este posicionamiento real refuerza el rol del Rey como garante constitucional, en un año judicial marcado por tensiones entre poderes.

La oposición aplaudió el discurso como un “toque de atención necesario” al Gobierno, mientras que portavoces socialistas minimizaron su alcance, tildándolo de “recordatorio genérico”. Lydia Ojeda, galardonada por el Rey, prometió en su respuesta “servicio imparcial al interés general”, alineándose con el mensaje monárquico. El acto, con 76 flamantes fiscales listos para incorporarse a juzgados de toda España, subraya la vitalidad de la Carrera Fiscal en un momento de reformas controvertidas.

Este episodio tensiona las relaciones entre Zarzuela y La Moncloa, evocando discursos previos del Rey en aperturas judiciales donde ha defendido la separación de poderes. Felipe VI, con su intervención precisa y contundente, reafirma su papel moderador, recordando que la independencia fiscal no es negociable en democracia. El Gobierno, pillado en plena crisis interna, deberá medir sus próximos pasos en la reforma del Estatuto Orgánico del Ministerio Fiscal