Efemérides
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María Victoria del Pozzo, Reina consorte de España

María Victoria dal Pozzo della Cisterna, VI princesa de La Cisterna y de Belriguardo, nació en París el 9 de agosto de 1847, falleciendo en San Remo el 8 de noviembre de 1876. Fue reina consorte de España y duquesa consorte de Aosta, por su matrimonio con Amadeo de Saboya.

Nació en París, el 9 de agosto de 1847, siendo la hija primogénita de Carlo Emanuele dal Pozzo, V príncipe de La Cisterna, y de Luisa Carolina Ghislaine de Mérode, condesa de Mérode-Westerloo. Su familia paterna era una antigua familia aristocrática originaria del Reino de Cerdeña, principalmente de Biella, mientras que por parte materna, los condes de Mérode-Westerloo, estaba emparentada con los Grimaldi de Mónaco. El Príncipe Soberano Alberto I de Mónaco era primo hermano suyo. Gozó de una formación muy completa gracias a los medios de su familia, y hablaba seis idiomas. María residía con sus padres y hermana la mayor parte del tiempo en el Palacio della Cisterna, en Turín, y también en el Castillo de Reano, donde recibió su primera comunión y veraneaba con su familia.

Tras la muerte de su padre, senador del Reino de Cerdeña desde 1848 (Senato Subalpino), acaecida en Turín, el 26 de marzo de 1864, su madre perdió el juicio y se negó a enterrar el cadáver de su esposo, pasando las noches velando el cuerpo acompañada de sus dos hijas (la diferencia de edad de los cónyuges era de 32 años). Como consecuencia, su hija pequeña, Beatrice Giuseppa Antonia Luisa (1851–1864), moriría un mes después, el 27 de abril, de tifus, agravado por consumición emocional. La muerte de Beatrice no hizo más que incrementar el desequilibrio de la condesa de Mérode-Westerloo, que ordenó cerrar a cal y canto el Palacio della Cisterna de Turín, su residencia familiar, y rodeó a su hija de riguroso luto y silencio que sólo se rompió cuando María conoció al que se convertiría en su esposo, el príncipe Amadeo, I duque de Aosta.

María contrajo matrimonio con el príncipe Amadeo de Saboya, I duque de Aosta, el 30 de mayo de 1867, en la capilla del Palacio Real de Turín. Al ser Amadeo hijo del rey de Italia, Víctor Manuel II, tras el anuncio de su compromiso, María y su madre recibieron por real decreto del 19 de febrero de 1867 el tratamiento de Su Alteza. Además, en honor al rey, María añadió a su nombre el de Vittoria. Tras su boda, su nombre pasó a ser Su Alteza Real, la Princesa Maria Vittoria de Italia, duquesa de Aosta.

Fue reina consorte de España entre 1870 y 1873, cuando su marido ocupó el trono vacante que le había ofrecido el general Juan Prim antes del asesinato de éste. Al llegar, hispanizó su nombre y el de sus tres hijos, que llegaron a ostentar las dignidades de príncipe de Asturias e infantes de España, respectivamente.

La reina causa en los diputados españoles mejor impresión que su esposo. Recibieron la agradable sorpresa de comprobar que la joven soberana les saludó y conversó con ellos en correcto castellano, sin apenas acento. Víctor Balaguer escribe sobre ella:

Tiene un rostro de rasgos pronunciados y bellamente correctos, el brillo de sus ojos es especial y su mirada penetrante, su voz es dulce y cariñosa, y la conversación instructiva y amena, e inspira su presencia, al par que el más profundo respeto, la más afectuosa simpatía. Aunque todos hemos oído hablar las grandes cualidades que la adornan, la realidad supera nuestras esperanzas y todos salimos prendados de la que había de ser la Reina de España.

Poco conocida en España por la falta de consolidación política y por la brevedad del reinado de Amadeo, la reina María Victoria fue, en su tiempo, objeto de respeto por su comportamiento ejemplar y discreción. Sus dos hijos mayores nacieron en Italia, mientras que el menor nació en Madrid. En la capital española centró todos sus esfuerzos en las diversas obras de caridad típicas de las consortes de la época, y jamás se interesó en política. Llegó a inaugurar, gracias a su aportación económica, la primera guardería infantil que se abrió en España, dedicada a los hijos de las lavanderas que trabajaban en las riberas del río Manzanares. Se inauguró con el nombre de «Casa del Príncipe», bajo el patronazgo del príncipe de Asturias, quien dedicó su asignación como heredero a dicha obra. Era apodada «la Virtuosa».

María Victoria nunca olvidó hacer numerosos legados para obras benéficas, y a través de la escritora española Concepción Arenal, que actuó como intermediaria, siguió hasta el último instante de su vida mandando muchas ayudas para españoles necesitados, con la exigencia de que los donativos se hicieran anónimamente. Durante largos meses, Concepción Arenal recibió frecuentes giros de dinero con notas firmadas por V.P.M., iniciales de Victoria dal Pozzo Mérode.

En una ocasión, María Victoria escribió a una amiga española:

En España no deseé más que una cosa: cumplir con mi deber, y de ella conservaré siempre un bueno y un triste recuerdo. Bueno, porque hay allí personas muy estimables a las que nunca olvidaré, y triste, porque España no encontró con nosotros la tranquilidad y la prosperidad que deseábamos darle.

Orden Civil de María Victoria

Durante su reinado como consorte se creó la Orden Civil de María Victoria, instituida por Real Decreto de 7 de julio de 1871, que premiaba los eminentes servicios prestados a la instrucción pública, bien creando, dotando o mejorando establecimientos de enseñanza, publicando obras científicas, literarias o artísticas de reconocido mérito, o fomentando de cualquier otro modo las ciencias, las artes, la literatura o la industria. En estas fechas, el ministro de Fomento era Manuel Ruiz Zorrilla, que fue gran impulsor de la creación de esta orden.

La Orden Civil de María Victoria tuvo una vida muy corta siendo disuelta tras la proclamación de la Primera República por Decreto de 7 de mayo de 1873, que lleva la firma del entonces ministro de Fomento Eduardo Chao Fernández.

Entre otros prohombres de la época a los que se le otorgaron esta condecoración destacan en su clase de Gran Cruz: Juan Manuel de Manzanedo, Hilarión Eslava, Rafael Martínez Molina, Cesáreo Fernández, Juan Eugenio Hartzenbusch, Juan Valera, Ángel Fernández de los Ríos, José Zorrilla, Emilio Arrieta, Francisco Asenjo Barbieri, Segismundo Moret, Antonio Bergnes de Las Casas, Antonio Romero, Ramón de Campoamor, Adelardo López de Ayala, Federico de Madrazo, Santiago Diego de Madrazo, Patricio de la Escosura, Luis de la Escosura, Nicolás María Rivero, Miguel Colmeiro, Eulogio Florentino Sanz, Juan de Ariza o Francisco Jareño.

Esta orden (algo inusual para la época) no era exclusivamente masculina, pues les fue concedida a dos mujeres la cruz de segunda clase; una de ellas fue María Báscuas y Colón, profesora de primera enseñanza en Pontevedra, que publicó un tratado de aritmética, Aritmética para uso de las escuelas de instrucción primaria, obra en su clase de reconocida importancia.

Tuvo tres hijos con Amadeo:

* Manuel Filiberto (1869–1913), II duque de Aosta. Mariscal de Italia. Casado con la princesa Elena de Orleans. Con descendencia.
* Víctor Manuel (1870–1946), I conde de Turín.
* Luis Amadeo (1873–1933), I duque de los Abruzos. Vicealmirante de la Real Armada Italiana.

Fallecimiento

Tras la caída de la monarquía saboyana en España, la reina partió al exilio por Portugal, pocos días después de dar a luz a su último vástago. Falleció en Villa Dufour, San Remo, a los veintinueve años, consumida por la tuberculosis. Fue enterrada en la Basílica de Superga de Turín, donde su epitafio reza:

En prueba de respetuoso cariño a la memoria de doña María Victoria, las lavanderas de Madrid, Barcelona, Valencia, Alicante, Tarragona, a tan virtuosa Señora.

El periódico La Ilustración Española y Americana le dedicó palabras de elogio, tales como:

Madrid no puede olvidarse de aquel ángel de virtud y de caridad, a quien el pueblo concedió el sencillo título de Madre de los pobres.

2 Comments

  1. Edelmira says

    Buenos días,

    reconozco que me apasiona esta tipo de lectura porque conocer el pasado nos ayuda comprender nuestro presente y planificar nuestro futuro.

    Una vez más se demuestra que es necesario opinar con conocimientos de causa y no hablar por oídas y menos aún hacer las cosas con la excusa de que «los demás lo hacen» aunque esto sea negativo y haga daño de forma consciente.

    Muchas gracias por estas pequeñas clases particulares de HISTORIA y de mostrarnos la REALIDAD.

    Me gusta

  2. Pingback: María Victoria. “La madre de los pobres” – exprimehistorias

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