Un 31 de mayo, contraían matrimonio Alfonso XIII y la Princesa Victoria Eugenia de Battenberg.
Quizás dejándose llevar por el amor romántico del padre que nunca conoció, con la que fue su primera esposa, el Rey Alfonso XIII eligió para ser Reina Consorte de España a una Princesa inglesa de la que fue advertido por la propia Reina Victoria, de la grave enfermedad que podría portar. Pero el amor se interpuso entre la razón y la futura princesa que habían elegido para el Rey Alfonso, que era la Princesa Patricia, hija del conde Connaught (séptimo hijo de la reina Victoria, Arthur) y de la princesa Luisa de Prusia. Pero Patricia no estaba muy interesada en ser Reina Consorte de España, ya que estaba enamorada de un conde inglés, por lo que Alfonso ni tan siquiera se fijo en ella, pero si en una joven de cabellos dorados, también nieta de la Reina de Inglaterra.
La princesa que había conquistado el corazón del joven monarca español, era hija de la Princesa Beatriz, la menor de los 9 hijos de la Reina Victoria y de Alberto de Sajonia-Coburgo-Gotha y de Enrique de Battenberg. Recibió el nombre de Victoria por su abuela la Reina y Eugenia por su madrina, la Emperatriz de Francia Eugenia de Montijo.
La noticia de que el Joven Rey de España estaba enamorado, causó una muy buena impresión en España. Ambos habían burlado a diplomáticos y cualquier otro acuerdo de Estado, por lo que los españoles aun estaban mucho más contentos, ya que, por regla general, todo lo que sea oponerse a los deseos de cualquier gobierno les agradaba. El recuerdo del amor de su padre Alfonso XII, también invadió a la colectividad que celebraron el noviazgo con entusiasmo.
La Reina Victoria de Inglaterra, advirtió al joven Rey Alfonso de la posibilidad que la futura Reina Consorte de España transmitiera la hemofilia, pero el amor cegó al Rey y no dudó en casarse con ella, aunque años después, esto supuso su distanciamiento debido a que sus dos hijos mayores tuvieron la fatal enfermedad.
En marzo de 1906 la princesa Victoria Eugenia llegaba a Biarritz para la petición de mano, que se llevó a cabo en el Palacio de Miramar, de San Sebastián, donde también se llevó a cabo la conversión al catolicismo de la Princesa, a lo que se había preparado de forma concienzuda.
El día 31 de mayo de 1906, desde las seis de la mañana la gente comenzó arremolinarse en las calles por donde la comitiva Real iba a pasar. Reyes de todas las Casas Reales de Europa se dieron cita en la boda del Joven Rey de España, que dejaba de ser el «Soltero de Oro» de la época.
En la Iglesia de los Jerónimos estaba todo preparado. A la derecha se encontraban los tronos de los Reyes, cubiertos por un dosel que tenía bordado el escupo de España en su centro. Cerca de los Tronos Reales, se situaría el destinado a la Reina Cristina.
Bajo la Marcha Real, entró Alfonso bajo palio, seguido del Infante Don Carlos y el hijo de este, que en ese momento, a pesar de no ser titulado Principe de Asturias, era el heredero de la corona. La aun princesa Victoria, como toda novia que se precie, hizo esperar al novio en el altar durante treinta y cinco desesperantes minutos. La novia vestía un magnifico traje de satén blanco bordado en plata y salpicado de azucenas y azahares. La princesa Victoria entró a los sones del himno ingles, bajo palio también, acompañada de la Reina María Cristina y su madre la Princesa Beatriz.
Cuentas las crónicas, que cerca de 40.000 personas llegaron a la Capital del Reino de España, Madrid, para asistir al enlace. El ayuntamiento instaló sillas a lo largo del recorrido de la comitiva regia, que alquiló por una peseta. Se alquilaron igualmente balcones para poder ver a los cientos de invitados al enlace regio.
Tras la ceremonia religiosa, los ya Reyes de España pusieron rumbo al Palacio Real. En el camino, se produjo uno de los intentos de asesinato que sufrió Alfonso XIII a lo largo de su vida. A la Altura del numero 88 de la Calle Mayor, se escuchaba una tremenda explosión. El cochero de la carroza Real cayo herido, así como uno de los caballos que tiraba de la carroza y varios soldados que escoltaban la misma. Alfonso XIII cubrió el cuerpo de su esposa y asomando la cabeza por una de las ventanillas gritó: ”No es nada …, que nadie se asuste … ¡Estamos ilesos!”.
Los Reyes habían salvado la vida de milagro, ya que los faroles y las puestas del lado donde estaba la Reina quedaron pulverizados. Los Reyes tenían las ropas desgarradas y el traje de novia de la Reina quedó manchado de sangre.
28 muertos y centenares de heridos fueron los que dejó el atentado del anarquista catalán Mateo Morral, que lazó desde el cuarto piso de la casa del numero 88 un ramo de flores donde camufló la bomba.
Tras el atentado, tanto el Rey como las autoridades, quisieron que el programa se cumpliera, a pesar de las nuevas amenazas de atentados, pero no quisieron que los planes fueran trastocados por los anarquistas.
Pero lo que había sido un flechazo no duró tiempo suficiente. Los dos hijos mayores de los Reyes nacieron con la terrible hemofilia, que si bien el Rey Alfonso sabía, no pensó que esto le haría tanto daño emocionalmente y sobre todo le iría distanciando de su esposa… pero esa es otra historia.
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