Ostentar La Corona del Reino de España no es tarea fácil. Poner por encima de sentimiento y filiaciones la Nación y su estabilidad, no está al alcance de cualquiera. Dirigirse siempre con rectitud, aplomo, conciencia de Estado y dignidad, es algo que muy pocas personas son capaces de conseguir, y una de ellas es el Rey Felipe VI, que cada día que pasa asienta aun más su trono y deja entrever que el espíritu de servicio de sus abuelos materno y paterno, el Rey Pablo de Grecia y el Conde de Barcelona, y de su madre, la Reina Sofia, están presente en él.

No es sencillo poner por encima de las personas los intereses generales de toda una nación, y no es sencillo disponer de la altura de miras suficiente para acometer decisiones muy difíciles que implican a un padre. Don Felipe ha demostrado tener ese aplomo, esa capacidad de discernir y, sobre todo, la dignidad Real.

Apartar a un padre no es sencillo, pero si sus conductas no son las apropiadas y ponen en riesgo algo que está muy por encima de las personas, se debe tener la valentía y la dignidad suficiente para llevarlo a cabo. Don Felipe lo ha hecho con su padre el Rey Juan Carlos I, algo que sin duda le ha quebrado el corazón y el alma.

Don Juan Carlos está en nuestra memoria más reciente, y a pesar de las sombras que pueda tener su reinado, no cabe duda que las luces, sus éxitos y, sobre todo, haber capitaneado la transición a la democracia con tan buen acierto, jamás caerá en el olvido.

El Rey Felipe VI entiende la mas alta magistratura del Estado como un verdadero servicio a los demás, poniendo su vida y capacidades a sus ordenes y teniendo por norte España. Esa España que hoy está sufriendo una de las más terribles pandemias que hemos conocido y que merece instituciones limpias y fuertes.

No caigamos tampoco en dramatismos absurdos, porque si bien el comportamiento del Rey Juan Carlos no es aceptable, esto no resta ninguna legitimidad a la Corona ni tan siquiera le quita un ápice de su valía y necesidad para España. Por desgracia, hemos visto en la nación como estos comportamientos se han ido repitiendo en muchos partidos e instituciones y a ninguno se nos ha ocurrido abolir los partidos políticos corruptos, instituciones como ayuntamiento o comunidades o la propia democracia que se ha visto atacada por estos comportamientos y por quienes alientan sus destrucción desde posiciones de la extrema izquierda.

El Rey ha atajado el problema y ha puesto a salvo la Corona, haciendo un enorme ejercicio de responsabilidad y dejando de lado algo realmente importante, que es la compañía de su Padre, que si bien ha sido ejemplo de Rey en muchas ocasiones, ha cometido errores que ahora está pagando.