Que el presidente en funciones Pedro Sánchez es un narcisista sin escrúpulos, no es algo que sorprenda a nadie. Que pretende ser el único e indiscutible allá donde va, tampoco es algo que a nadie asombre. Tras las elecciones del 10N, ha querido establecer los plazos de una futurible investidura, sabiendo que no es a él a quién corresponde marcarlos, y que no es él quien se debe auto investir para una sesión que puede ser su tumba política si no consigue que los partidos golpistas catalanes (erc y jxct), y la banda terrorista eta (bildu), le apoyen o se abstenga, ya que a pesar de tener los votos de la extrema izquierda violenta del partido comunista Podemos en su bolsillo, necesita a los radicales para salir investido.

Sería la primera vez que en una democracia, un candidato a la presidencia se apoye en aquellos que quieren acabar con la nación que pretende gobernar y en los que han asesinado a más de 1.000 personas para imponer su totalitarismo. Una vergüenza que llevará siempre en su mochila, con otras muchas.

El Rey Felipe VI es quien debe establecer los plazos para la investidura, ya que corresponde a él realizar las consultas con los partidos políticos que han obtenido representación en el Congreso y Senado y, tras escucharles, proponer un candidato a la presidencia del gobierno. Pero solo el Rey establece esas fechas y, por lo tanto, da el pistoletazo de salida a una futurible investidura en el Congreso.

La hoja de ruta del candidato que acaudilla el Psoe es dejar de lado a la Jefatura del Estado e intentar enfrentarla con la sociedad y con los que siempre la han defendido, los demócratas. Con sus salidas de tono, retrasos a propósito en audiencias con el Rey, viajes fuera de lugar a dictaduras comunistas y saltarse los protocolos y funciones establecidas en la Constitución, quiere que La Corona pase a un segundo plano para erigirse como la única figura del Estado.

No hay nada más peligroso en un gobierno que tener un narcisista en él, alguien con un ego tan extremo que es capaz de hacer cualquier cosa por evitar la humillación de ser, por cuarta vez, rechazado en el Congreso. Si hubiera un ápice de dignidad en la personalidad del presidente en funciones, no habría vuelto a la política después que su partido le expulsara por querer hacer hace tres años lo mismo que ahora está intentando y le pillaran queriendo manipular la consulta de la ejecutiva federal socialista.

Su Majestad el Rey, y los demócratas, deberemos estar atentos a los movimientos de este personaje, que a fuerza de acciones, se está convirtiendo en el peor gobernante que ha tenido España a lo largo de su historia y que está repitiendo, paso a paso, los mismos que dieron sus abuelos de partido y que nos llevó a una guerra civil al querer imponer en España la dictadura Comunista. Pero no dude Su Majestad, ni el Sr. Sánchez, que somos muchos millones de españoles los que estamos dispuestos a defender la Constitución, libertad y justicia que nos dimos por consenso y por primera vez, en 1978. No va a conseguir destruir la convivencia de los españoles.